"Al mirar a nuestro alrededor percibimos que cada objeto se relaciona con cada uno de los demás no solo espacial sino temporalmente. Como hecho de la experiencia pura no hay espacio sin tiempo ni tiempo sin espacio."
Suzuki.
La tierra, cuando la observamos, se nos presenta como una energía universal y flotante desde la que emerge todo y hacia la que todo regresa; una energía nueva todavía en expansión. Y el hombre, su criatura primordial, su producto más perfecto, comparado con ella, parece como un recién nacido.
Las teorías catastróficas del fin del mundo, tan de moda hoy en día, incluso entre intelectuales serios y de renombre internacional, son más bien castraciones mentales. El fin del mundo es inimaginable. Solo podemos hablar de cambios del mundo. El hombre cambia, la tierra cambia, todo se transforma, todo se revela nuevo, una y otra vez, dando sentido a la palabra "apocalipsis" o "revelación". La tierra y el hombre, hoy, están viviendo un apocalipsis acelerado donde todo parece despertar súbitamente al "ser" y al "estar" al mismo tiempo.
Cuando algo se nos revela dentro de nosotros mismos, eso nos hace cambiar porque sabemos algo que antes no sabíamos; ya las cosas no serán nunca iguales; hemos incorporado algo a nuestra interioridad. Ese algo nuevo empieza a merodear sin apercibirnos de ello por nuestro ámbito de reflexión y en nuestra mente, y las cosas a nuestro alrededor, imperceptiblemente para los demás, empiezan a ser distintas para nosotros.
Un nuevo marco referencial nos envuelve, empieza a presionarnos creando en nuestro ánimo inquietud, contradicción, duda, signos infalibles que nos van indicando que las cosas ya no son como antes, que estamos sufriendo un cambio, que vamos a dar un salto hacia nuestro "ser integral".
Estos indicadores o signos suelen ser dolorosos o imprevistos; por supuesto, no son pacíficos, nos convulsionan y crean conflicto en nuestro interior. Todo sistema organizado necesita modificarse para seguir existiendo, y si esta modificación no se efectúa, la energía viva o núcleo vital que lo sustenta quiebra invadiendo sus estructuras fundamentales en una explosión que transforma sus elementos de una manera violenta y desordenada, produciendo el caos en el sistema; caos que volverá a generar un sistema distinto, acorde con la nueva energía que subyace en su centro vital. Eso mismo sucede en los procesos humanos donde el hombre ejerce una acción determinada, como son el familiar, el social, el profesional y el espiritual.
Resulta imposible acceder hasta un medio fundamentalmente nuevo del "ser humano" sin pasar por las angustias interiores de una metamorfosis.
Debemos renunciar para ello, a la comodidad de lo conocido y adentrarnos en los oscuros laberintos de lo desmesurado, para desde allí encontrar las nuevas realidades que nos llevaran al encuentro de un nuevo equilibrio personal. Es preciso aprender a utilizar nuestros estados de angustia en lugar de escapar de ellos, ya que a través de los mismos encontraremos la vía hacia nuestro propio crecimiento. Adaptarse al cambio significa prescindir de ciertas cosas con el fin de de obtener otras que, aparentemente no eran mejores, pero que a la larga, una vez superada la crisis, veremos su importancia.
Quizá necesitemos de vez en cuando mirar hacia atrás para darnos cuenta de que hay un programa continuado, ininterrumpido e indestructible hacia la perfección, como si "todo" tendiese a buscar su totalidad o plenitud, atraído por una fuerza que desde abajo hacia arriba nos elevase trascendiendo tiempo y espacio.
El padre Teilhard de Chardin decía que una secreta complicidad existía entre el hombre y la tierra, entre lo micro y lo macro que obliga a ambos a sostener y a mantener la conciencia que les une, que les inspira por encima de azares y contingencias y, en ocasiones, sacrificando libertades. No se trata pues, de olvidarnos del pasado ni de despreciar "lo viejo". En la forma de organizarnos en todo momento la experiencia vivida anteriormente, con tal de no sentirnos "cogidos" por ella, puede y debe proporcionarnos vías de ensayo complementarias a las "aparentemente" más actuales.
Con frecuencia comprobamos que el avanzar puede significar retroceder temporalmente. Los talentos "antiguos" de la organización están ahí y el no contar con ellos puede significar el descapitalizar humanamente la empresa y volver a empezar a partir de cero.
El gran maestro chino Confucio buscaba siempre los errores humanos dentro del propio sistema de valores humanos, actuando como médicos sobre ellos en vez de como cirujano, es decir, curando en lugar de extirpando.
Alguien me dijo alguna vez...aprende, alguna vez....